Nicolasito Almanza y la fotografía

Ya conocemos la razón por la cual llegó Nicolasito Almanza a La Plata, pero ¿cuál es su relación con la fotografía?

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Tal como él mismo cuenta, comenzó como aficionado tomando fotografías con una máquina de cajón a rodeos de hacienda, carreras cuadreras y esquilas, hasta conchabarse con el viejo Gentile como auxiliar en su estudio de fotografía de Las Flores.

Adivinamos, entonces, que es un autodidacta, un aficionado, que con el tiempo fue perfeccionando su técnica; y sabemos que su ojo le valió ser enviado a La Plata para fotografiar los edificios y monumentos más importantes de la Ciudad.

Ahora bien, resulta llamativa la descripción que hace Bioy Casares de la escena en la que Almanza le toma una serie de fotografías a Julia en las escalinatas del Museo de Ciencias Naturales:

“Al mirarla a través del objetivo se dijo: ‘Qué linda cara. Es la primera vez que la veo. Como si yo no viera sino a través del lente de la cámara. Unos ojos extraordinarios y una nariz perfecta: algo que no se encuentra todos los días’”.

 

Algo similar opinaba, no ya Nicolasito Almanza, sino el mismo Bioy en una entrevista con Carlos Dámaso Martínez:

El fotógrafo es el que sabe ver. Y a mí me pasaba que yo sabía ver mejor a través de la cámara que sin la cámara. Sabía bien si una mujer me gustaba y me seguiría gustando cuando la veía con la cámara. Y eso me salvaba de descubrir después que no me gustara tanto”.

 

Retomando el hilo, sobre el final de ese mismo capítulo, Julia le cuenta a Nicolasito que el vendedor de seguros a quien Lombardo compró la póliza había dejado el trabajo para ser fraile en un convento. Acto seguido le pregunta: “¿Vos dejarías todo para meterte en un convento?”. A lo que Almanza responde: “Yo no, pero a lo mejor a él le da por la religión como a mí por la fotografía”. Para este joven fotógrafo, el oficio es más que un trabajo, es una pasión, su propia realización.

Cuando hablamos de pasiones, entran en juego fuerzas del inconsciente que no siempre podemos controlar con el uso de la razón. Esos impulsos están presentes en Nicolasito, quien siente una irrefrenable necesidad de fotografiar en determinados momentos:

“Este impulso de fotografiar en el acto lo que tenía delante, en ocasiones le resultaba cargoso. Lo había comentado con Gentile, que le dijo: ‘Es tu fuego sagrado. Esperemos que no se apague nunca’”.

 

Avanzada la novela encontramos una serie de reflexiones vinculadas a la fotografía; algunas del propio Almanza:

“Estoy pensando que un fotógrafo es un hombre que mira las cosas para fotografiarlas. O a lo mejor un hombre que mirando las cosas ve a dónde hay buena fotografía”.

 

Y otras que involucran a Gruter, el dueño del laboratorio fotográfico El Diagonal al cual Nicolasito acude diariamente a revelar y ampliar sus tomas. Con él discute si el oficio del fotógrafo empieza en el cuarto oscuro, o si la fotografía depende del momento en que apretamos el disparador. Para saber cuál de éstas es la opinión de Almanza, basta con volver a la entrevista citada anteriormente:

“Creo que la buena fotografía es la del clic primero, cuando se aprieta el disparador de la cámara, y si luego se cambia eso en el laboratorio es un bizantinismo”.

A fin de cuentas, para nuestro personaje, el fotógrafo es quien sale a la calle para retratar el mundo, es quien participa de la aventura de la vida y la da cuenta de ella con su cámara.

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